La ilustración que acompaña esta entrada (se puede ampliar si "clicáis" sobre ella) denuncia las funestas consecuencias que el abuso del consumo del alcohol producía entre las clases obreras. Es un auténtico folletón!
El alcoholismo es visto entre los pensadores marxistas y anarquistas como uno de los grandes problemas para el mundo obrero. Las bebidas alcohólicas son presentadas desde los primeros textos fundadores como un siniestro veneno, que los Borgias capitalistas destinan a mantener embotadas, lejos de la revolución, las voluntades de los trabajadores: “estupefactado por el tóxico, no siente el peso de sus cadenas y la degradación de la esclavitud”, afirma un tratado antialcohólico con el elocuente título de “El veneno maldito”. “Trabajadores, ¡no bebáis! ¡Cuántos obreros, pésimos padres de familia y peores maridos, olvidando los más sagrados deberes, derrochan la mitad o un tercio del ya escaso jornal que perciben, en libaciones alcohólicas, en la taberna, en el juego, dejando los hijos y la mujer sin pan, forzados al ayuno y víctimas de todas las tribulaciones de la vida!”, proclama igualmente una conocida publicación anarquista.
Incluso, el alcohol es visto como un temible competidor de la propia ideología revolucionaria: según Bakunin, los peligros del alcohol podían hacer fracasar la revolución al ver los trabajadores en su consumo una salida errónea a su denigrante situación y una manera fácil de escapar de las miserias del capitalismo. “Para escapar de su situación (refiriéndose al pueblo) hay tres métodos, dos falsos y uno real. Los primeros dos son la taberna y la iglesia, libertinaje del cuerpo o libertinaje de la mente; el tercero es la revolución social ".
El alcoholismo es visto entre los pensadores marxistas y anarquistas como uno de los grandes problemas para el mundo obrero. Las bebidas alcohólicas son presentadas desde los primeros textos fundadores como un siniestro veneno, que los Borgias capitalistas destinan a mantener embotadas, lejos de la revolución, las voluntades de los trabajadores: “estupefactado por el tóxico, no siente el peso de sus cadenas y la degradación de la esclavitud”, afirma un tratado antialcohólico con el elocuente título de “El veneno maldito”. “Trabajadores, ¡no bebáis! ¡Cuántos obreros, pésimos padres de familia y peores maridos, olvidando los más sagrados deberes, derrochan la mitad o un tercio del ya escaso jornal que perciben, en libaciones alcohólicas, en la taberna, en el juego, dejando los hijos y la mujer sin pan, forzados al ayuno y víctimas de todas las tribulaciones de la vida!”, proclama igualmente una conocida publicación anarquista.
Incluso, el alcohol es visto como un temible competidor de la propia ideología revolucionaria: según Bakunin, los peligros del alcohol podían hacer fracasar la revolución al ver los trabajadores en su consumo una salida errónea a su denigrante situación y una manera fácil de escapar de las miserias del capitalismo. “Para escapar de su situación (refiriéndose al pueblo) hay tres métodos, dos falsos y uno real. Los primeros dos son la taberna y la iglesia, libertinaje del cuerpo o libertinaje de la mente; el tercero es la revolución social ".
Las campañas antialcohólicas serán, pues, una constante en el movimiento marxista y, especialmente, anarquista. Un ejemplo de ello, una ponencia que presenté con un amigo médico en un Congreso Internacional sobre la Guerra Civil española.
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